Por Steve Vilchis.
Dentro de un hogar existen múltiples frases que lanzan los padres al momento de dejar una bombilla encendida: “¡apaga la luz!” , “como tú no la pagas”, o “te voy a cobrar 10 pesos cada vez que la dejes prendida”. Y sin embargo, a pesar de los regaños, la bombilla permanece encendida. Ante este suceso, en el Centro de Tecnología e Innovación nos preguntamos, ¿Por qué ahorrar energía eléctrica?
Partimos de una premisa fluctuante, que como todo en la tierra, se modifica constantemente: energía es la capacidad de producir trabajo. Esta “energía” se presenta en todo los espacios de la tierra, mar, viento y hasta en espacios microscópicos como las bacterias.
Los primeros usos de la humanidad para la energía fueron renovables, los molinos más antiguos eran de mano y se usaban para moler muchos tipos de tubérculos. Más tarde los romanos utilizaron un sistema hidráulico, y tiempo después se descubrió que el viento también podía generar energía para moler los granos.
A finales de siglo XIX y principios del XX, el empresario estadounidense Rockefeller empezó a promover el uso del petróleo como principal combustible para generar energía. Una de las ventajas de este generador, era su capacidad para dar potencia a grandes maquinarias de la época. Rockefeller llegó a convertiste en un magnate del petróleo al punto de ser demandado por monopolizarlo.
Muchas innovaciones y productos llegaron con el uso del petróleo como generador de energía eléctrica, sin embargo, no fue sino hasta finales XX, que se empezó a analizar el impacto ecológico sobre el uso de este tipo de combustibles.
La dósis hace el veneno
Si se llega a entender que al encender una bombilla en el hogar es comparable a la contaminación que genera un auto, podría asimilarse mejor el por qué es necesario apagarla.
Para poder prender la iluminación de un hogar es necesario que una planta generadora de energía comience a trabajar, el problema no recae en utilizar la energía, sino en la demanda. A mayor demanda de la energía eléctrica, mayor es el número de plantas que tienen que trabajar e incluso en horarios pico, se encienden los generadores menos eficientes y más contaminantes como los combustibles fósiles, para poder cubrirla.
Gases de efecto invernadero.
Una de las principales preocupaciones es la emisión de gases que se producen al realizar la combustión de estos combustibles fósiles, como el como el vapor de agua, metano y el “dióxido de carbono” (CO2) conocidos como gases de efecto invernadero; aunque este último en realidad no afecta a la tierra, todos los animales que la habitan respiran oxigeno y lo transforman en dióxido de carbono, mientras que las plantas lo consumen para su fotosíntesis y desprenden oxígeno.
Entonces, uno podría preguntarse ¿cuál es el problema? El asunto recae en el exceso, la alta demanda de energía en el mundo provoca que un 60% del abastecimiento se genere a partir de este tipo de generadores no renovables como el petróleo, gas natural y, en menor medida, el carbón.
Si bien estos combustibles generan mayor calor y energía, también producen mas CO2 y esto, sumado a la deforestación de bosques y selvas, (los principales consumidores de CO2), da como resultado el famoso término de calentamiento global.
Existen alternativas para generación de energía, como la eólica, la solar o hidroeléctrica sin embargo, el problema de este tipo de generadores es que no se puede garantizar su constancia ni su abastecimiento. Ahora es más sencillo entender por qué debes de ahorrar energía, la dosis y el exceso en el consumo, hacen el veneno.