No han sido pocas las personas que han querido cambiar el mundo, a través de un bien, servicio o un nuevo proceso, seguramente ese número es más grande que aquellas que lo han hecho verdaderamente. Porque sobran las brillantes ideas y buenas intenciones, y si se busca bien, hasta los recursos. También abundan las necesidades, carencias y problemas. Pudiéramos, entonces, hacer una relación equitativa entre problemáticas y soluciones, donde las últimas pongan fin a las primeras.
En un análisis rápido, es fácil determinar que hay una brecha que aún no logra cerrarse, y quizá nunca pase porque, hay tantas situaciones como diversidad de personas.
Sin embargo, sólo los que vivimos en esta sociedad sabemos cómo darle la vuelta a lo obsoleto, ¿cómo? con una dosis de trabajo y visión. Ser emprendedor no se trata de ser jefe, ni de ser esclavo del negocio, tampoco es una labor solitaria e intocable.
Ser emprendedor, no suele ser tarea fácil, aunque tampoco imposible, lo que se debe contemplar son las fortalezas tanto internas como externas, es decir, que como se deben cultivar ciertos conceptos que te alejen del perfil conformista, entiéndase pereza, debilidad y deserción; y sustituirlas por lo opuesto, a manera de que, al enfrentarte a un equipo de trabajo, posibles inversionistas y peculiaridades del mercado, tengas una mente lo suficientemente flexible y ágil para reaccionar, proponer, adaptarte y posicionarte, un camino lleno de chispazos de éxito, cubierto por amargos fracasos, que a fin de cuentas, no es más que el más valioso aprendizaje que puedas adquirir, la única forma práctica de llevar a la realidad aquello que la gente reconozca como valioso y necesario.
Escrito por: Regina Rojas Vega