Por Steve Vilchis
En los años 80 Estados Unidos contaba con tres principales temores para construir su anhelada “democracia”. Por un lado el presidente en turno, Reagan, combatía contra los últimos suspiros del comunismo hasta culminar su papel con la caída del muro en Berlín. La DEA, por su cuenta, intentaba contrarrestar el tráfico de cocaína en Miami luchando contra el imperio de Escobar en Medellín. Y por último, el tercer punto a destruir, radicaba en una sola persona: Kevin Mitnick, El Fantasma de los Cables.
Existe una sola diferencia entre los tres ejes que combatió Norteamérica en décadas pasadas; Mitnick sigue vivo. Una de las principales virtudes de este personaje es su curiosidad por romper con lo establecido. A los doce años alteró el sistema de transporte de Los Ángeles para poder viajar de forma gratuita.
Años después ingresó al sistema de su colegio y, contra todas las expectativas, no modificó su calificación. De acuerdo con sus declaraciones, le apasionaba el reto de romper los seguros de la red. A sus veinte años logró entrar a la base de datos de Motorola, robó miles de números, de los cuales destacaban los de personalidades como Madonna, Bruce Springsteen y Bill Clinton.
Su capacidad para infiltrarse en los sistemas llamó la atención del FBI quién lo arrestó en más de una ocasión. El caso que lo llevó al estrellato fue cuando decidió espiar los correos del departamento de seguridad de MCI Communications, de donde se apoderó de información valuada en 4 millones de dólares.
Mitnick fue arrestado y marcó un hecho sin precedente en la historia de USA, su defensa declaró que su acusado era un adicto a las computadoras y a los candados de seguridad, por lo cual salió libre un año más tarde bajo el término de adicción.
Kevin Mitnick es hoy un afamado escritor de Best Sellers como “El Arte del Engaño”, donde relata su experiencia como hacker, también es consultor y cuenta con su propia empresa para ayudar a compañías a detectar su vulnerabilidad para guardar la información. La curiosidad de este fantasma lo sacó de la cárcel, le permitió debilitar a un gobierno que venció al comunismo y hoy le ayuda permanecer vivo para contarlo.
