19-Octubre-2015
Por Azul Monroy
Hoy es el día internacional de la lucha contra el cáncer de mama, y se viste de rosa como parte de la estrategia mundial para la concientización sobre esta neoplastia, la más frecuente en las mujeres de todo el mundo.
Uno de los primeros registros de esta patología se encuentran en el Papiro de Edwin Smith, tratado médico del antiguo Egipto, que señala el diagnóstico y tratamiento concerniente a un tumor mamario. En él, se describe la detección de cáncer a través del tacto y sin tratamiento.
Con el tiempo, se innovó el procedimiento para tratar el cáncer, desde la extirpación del tejido dañado “desde la raíz” hasta la mastectomía radical (remoción total de la mama) en el siglo XIX. Sin embargo, los tumores eran detectados en estadíos avanzados de la enfermedad, por lo cual también se hizo necesario el uso de herramientas tecnológicas que detectaran irregularidades en el tejido mamario.
Es así, que surge uno de los métodos más comunes de detección de cáncer de mama: las mastografías. Éstas tienen su origen en 1913, con las radiografías hechas a muestras de mastectomías por Albert Solomon.
En los años subsecuentes se mejoraron las técnicas de radiografía y en 1951 Raúl Leborgne propone que se comprima la mama con el fin de mejorar la imagen obtenida, al disminuir el grosor de ésta e inmovilizar la parte a tratar; y una década después de desarrolla en Senographe, por el Dr. Charlie Gros y la empresa francesa CGR (Compagnie Generale de Radiographie), aparato ya especializado en la radiología mamaria.
Es entonces que se da a la luz la mastografía analógica, la cual plasma la radiografía de la mama en una placa y sin acceso a la manipulación, por lo cual se hizo necesario el avance tecnológico y el desarrollo de un prototipo digital (avance que se dio y aprobó a finales de los años 90 y principios del 2000) cuya diferencia radica en el almacenamiento en computador y en un manejo más completo de la imagen para conseguir una mejor evaluación.
Ya entrados en el nuevo siglo, las mamografías digitales dieron otro paso: la tomosíntesis de seno o mamografías 3D, que consisten en la segmentación desde diferentes ángulos y reconstrucción de la mama a través de un aparato de rayos X.
Así, se puede observar injerencia de la tecnología en la detección precoz del cáncer de mama; pese a ello, según datos de la OMS cada año se registran aproximadamente 1.38 millones de nuevos casos, por lo cual es menester la concientización del diagnóstico oportuno mediante el uso de tecnologías especializadas, así como el fomento de avances médicos que ayuden a detectar carcinomas mamarios en fases tempranas.
