¿Se han preguntado qué hay detrás de las frutas y verduras que consumimos? Muchas veces no conocemos todos los procesos que guarda la naturaleza, ni todo lo que hace posible que una planta pueda producir lo que después llega a nuestras mesas.
Una de las tareas más importantes es llevada a cabo por los insectos, los cuales son llamados polinizadores; ellos transportan el polen de flor en flor para que se pueda dar el proceso de formación de frutos.
Este proceso se ha acelerado considerablemente con la aplicación de la ciencia y el uso de nuevas tecnologías. Actualmente, en la Universidad de Harvard, así como en otras universidades, se desarrolla la tecnología de microaviones, con la que se busca imitar el vuelo de algunos insectos como las abejas, polinizadores por excelencia.
Durante estos estudios se intentó descifrar de qué manera mantienen el vuelo las abejas en condiciones adversas de viento para poder aplicarla a los microaviones.
Estos investigadores expusieron a varias abejas en tubos con intensidades y velocidades variables de viento, posteriormente grabaron su vuelo con cámaras que les permitían una alta definición para observar el movimiento del cuerpo y de las alas. Descubrieron entonces que las abejas reducen la velocidad de vuelo cuando la velocidad e intensidad del viento es mayor, lo que les permite utilizar la energía para corregir la dirección del vuelo.
Resultan interesantes las aplicaciones que podrían llegar a tener algunos de estos descubrimientos, como el mejorar el rendimiento en sistemas agrícolas y poder imitar la eficiencia para que los aviones puedan volar más tiempo; sin embargo, no se pueden dejar de lado las implicaciones que podrían llegar a tener en los ecosistemas y en la salud pública, en caso de estar ligados al uso indiscriminado de insecticidas para disminuir las plagas y aumentar la producción.
Finalmente, nos enfrentamos una vez más a un caso donde la tecnología tendrá que regirse por la ética.
Por: José Eduardo González Reyes
