En los últimos años las personas con acceso a internet en el mundo han pasado de 361 millones en el año 2000 a 2,4 mil millones, lo que implica un crecimiento del 566%. Tal situación representa un fenómeno global que abarca todos los ámbitos de la vida humana, debido a que las nuevas tecnologías influyen directamente en nuestra vida cotidiana.
Lo anterior hace necesario la interacción segura entre los usuarios con el ahora llamado nuevo continente, el Internet, ya que éste último nombrado puede ser comparado con un ecosistema con todos los actores, factores y variables que mutuamente tienen que coexistir para un desarrollo equilibrado.
En ese sentido la revolución de la información impacta significativamente en la toma de decisiones que obliga a las escrutas a cambiar continuamente de estrategias que aseguren su adaptación, evolución y competitividad para asegurar su permanecía en su hábitat. Es en esta jungla de la competencia que la seguridad en las actividades relacionadas con empleo de las nuevas tecnologías toma un papel preponderante.
No obstante la seguridad por acciones de costumbre o descuido llega a ser un factor al que se le resta el nivel de importancia que exige, tomando en consideración los datos o información digital que se resguardan, transfieren o emplean para el desarrollo de las actividades de la empresa o personales, que por su difusión no autorizada por los propietarios llegan a generan riesgos a la seguridad de la información.
La reflexión del presente escrito tiene como objetivo despertar la conciencia del lector respecto a la necesidad de aplicar permanentemente medidas de seguridad que cubran los estándares o niveles que garanticen la protección de los datos para minimizar acciones de actores y factores antagónicos que tengan el objetivo de dañar o afectar a países, empresas o personas con la obtención de datos o información sin el permiso de los propietarios.
Por último, resulta adecuado aplicar la frase “el conocimiento debe convertirse en capacidad” de Carl con Clausewist, De la guerra.
Por Armando Reyes García de CTIN
